viernes, 15 de julio de 2016

Próxima estación: Itaca

La cuenta atrás hacia agosto, ese mes en el que el país olvida su actividad, marca el comienzo del verano. La Ruta 66 a la española, entre Madrid y Valencia, derrite su asfalto ante los millones de desplazamientos. En todo el Estado, la Dirección General de Tráfico prevé, entre julio y agosto, 84 millones de traslados.

Estamos en la época en la que el espíritu dominguero se extiende a los siete días de la semana, con piscinas, parques, terrazas y parajes serranos atestados de personas. Pero aunque para algunos resulte increíble, quedan seres que deben desplazarse a su trabajo e, incluso, sin disponer de transporte privado. Para ellos, este será un verano especial: la principal arteria del suburbano madrileño sufre una cornada por la que se desangran horas de esperas, kilómetros de ascensos y descensos de escaleras y mala hostia a espuertas.

La Línea 1 de Metro de Madrid, inaugurada en 1919, arrancó el 3 de julio unas obras que paralizarán por completo el tránsito entre Sierra de Guadalupe y Plaza de Castilla hasta el 12 de noviembre. En total, 23 estaciones y 13,5 kilómetros de recorrido. Pese a que la Comunidad ha dispuesto servicios sustitutorios con autobuses de la EMT en tres trayectos, ha obviado el servicio de conexión entre Atocha Renfe y Cuatro Caminos: 10 paradas entre la estación del AVE y una de las zonas más transitadas de la ciudad. Sabina ya no se podrá bajar en Atocha.

El Gobierno regional afirma que las 14  intervenciones se ejecutarán a la vez porque "asegura  una menor afección a los usuarios, que es nuestro principal objetivo" (sic). Desde enero y hasta el mes de mayo (último dato disponible), el metropolitano tuvo más de 255 millones de desplazamientos. La Línea 1, con 38,3 millones, fue la segunda más utilizada, sólo por detrás de la Línea 6, un anillo que recorre toda la ciudad y que contó con 42,6 millones. Ahora, ambas han perdido sus dos puntos de confluencia, en las estaciones de Pacífico y Cuatro Caminos.

Para que los no iniciados en este ferrocarril subterráneo se hagan una idea, el trayecto entre Congosto y Plaza de Castilla en línea directa puede llevar en torno a los 45 minutos. Así, la persona que ahora deba hacer ese camino tendrá el siguiente itinerario:
  1. Dos paradas en Línea 1 hasta Sierra de Guadalupe;
  2. Salida a la superficie, con una temperatura media de 37 grados, para intentar entrar en uno de los autobuses sustitutorios que le lleve a Conde de Casal;
  3. Descenso al centro de la Tierra para desplazarse en la Línea 6 una estación hasta Sainz de Baranda;
  4. Trasbordo a la Línea 9, por la que deberá viajar 10 paradas hasta alcanzar su destino.

Esta odisea a través de tres líneas de metro, un autobús y varios minutos a pie puede suponer para el viajero del caso expuesto entre un 50% y un 90% más del tiempo habitual que emplea en dicho desplazamiento. Y sólo es una de las miles de peripecias que vivirán los usuarios en los próximos cuatro meses.

Los gestores de Metro de Madrid, una empresa pública con más de 1.000 millones de euros de presupuestoun patrimonio neto superior a los 480 millones y una cifra de negocio de 783 millones, puede que no utilicen mucho el transporte con el que juegan al Scalextric con los madrileños. Aunque bastante tienen con diseñar un plan para afrontar la deuda de 659,4 millones de euros con una docena de bancos acreedores que expirará, según sus estimaciones más optimistas, no antes del año 2035. Una deuda que, por cierto, pagamos todos.

No sabemos si para entonces se habrán satisfecho esos préstamos, si el servicio en Línea 1 estará restablecido o si España seguirá jugando a la ruleta rusa con el voto. Sea como sea, nosotros volvemos en septiembre.

viernes, 1 de julio de 2016

Tiempo y libertad

En  su epílogo a Guerra y Paz, Tolstoi reflexiona entre otras muchas cosas acerca de la relación entre la libertad y la necesidad en los actos humanos. La conclusión a la que llega es que esa relación es inversamente proporcional: cuanto más pesa la necesidad, menos cabida tiene la libertad, y viceversa. A su vez, indica tres factores para medir el peso de una variable sobre otra: la interacción del autor del acto con el mundo exterior, el tiempo transcurrido entre el desarrollo de la acción y su estudio y, por último, el conocimiento de las causas que provocan dicho acto.
De esta forma, y según su razonamiento, cuanta mayor relación tengamos con el medio externo, más influencia tendrá en nosotros, y seremos menos libres; cuanto más tiempo haya sucedido entre el hecho que estudiemos y el momento de su observación, menos autónomo nos parecerá; y cuanto mayor sea el conocimiento que tengamos de las causas que lo han desencadenado, menor libertad apreciaremos en él.
"Si me traslado en la memoria a un acto más lejano, de hace diez años o incluso más, entonces sus consecuencias me resultarán aún más evidentes y me será difícil representarme cualquier cosa si aquel hecho remoto no hubiera existido. Cuanto más retroceda en la memoria o, lo que es lo mismo, cuanto más proyecte hacia el futuro mi juicio, tanto más dudosos me parecerán mis razonamientos acerca de la libertad del acto realizado".
El autor ruso presenta así el tiempo como el hilo que hilvana el discurso de nuestra existencia, con el que construirnos el relato de nuestra realidad. El trabajo que elegimos, la novia a la que dejamos marchar o el resultado de las últimas elecciones generales parecen acontecimientos incomprensibles en el momento en que se producen, pero adquieren sentido vistos a través del tamiz de los años.

Nuestro pasado funcionaría así como un puzle, donde cada hecho, cada circunstancia, cada decisión tomada ocupa su lugar para dibujar un paisaje claro de nuestra existencia pasado equis tiempo, hasta arrojar la luz definitiva sobre nuestro presente. Un hoy que a la vez es difuso cuando se observa en el momento en que transcurre.

Esta idea es harto generosa con los hombres, a los que atribuye capacidad de síntesis y una finalidad en cada uno de sus actos. Sin embargo, obvia algo importante, más allá del libre albedrío: la infinitud de la estupidez humana. Sólo así pueden explicarse algunos de los acontecimientos que observamos casi a diario.

Sin hacer mención de esta realidad, el propio autor, ya al final de su exposición, concede que sólo podemos hacernos "impresiones" acerca de la libertad y de la necesidad:

"(...) por mucho que cambiemos nuestro punto de vista, por más esfuerzos que hagamos para explicarnos la relación en que se encuentra el hombre con el mundo exterior, por más comprensible que nos resulte, por más que tratemos de alargar o acortar el período de tiempo, por más que nos parezcan comprensibles o incomprensibles las causas, nunca podremos representarnos la necesidad completa ni la libertad absoluta".

Quedamos así ante una balanza formada por el platillo de los condicionantes (sociales, culturales, biológicos) y el de la capacidad de elección: en ocasiones, ésta se desequilibrará de un lado, para hacerlo del segundo en otras tantas. Pero con independencia de las veces que pese más la necesidad o la libertad, la parte más importante del artilugio se sitúa en el fiel: la pieza que marca la igualdad de los pesos comparados queda en manos de un tiempo que acaba por desequilibrarnos a todos.