En su epílogo a Guerra y Paz, Tolstoi reflexiona entre otras muchas cosas acerca de la relación entre la libertad y la necesidad en los actos humanos. La conclusión a la que llega es que esa relación es inversamente proporcional: cuanto más pesa la necesidad, menos cabida tiene la libertad, y viceversa. A su vez, indica tres factores para medir el peso de una variable sobre otra: la interacción del autor del acto con el mundo exterior, el tiempo transcurrido entre el desarrollo de la acción y su estudio y, por último, el conocimiento de las causas que provocan dicho acto.
De esta forma, y según su razonamiento, cuanta mayor relación tengamos con el medio externo, más influencia tendrá en nosotros, y seremos menos libres; cuanto más tiempo haya sucedido entre el hecho que estudiemos y el momento de su observación, menos autónomo nos parecerá; y cuanto mayor sea el conocimiento que tengamos de las causas que lo han desencadenado, menor libertad apreciaremos en él.
"Si me traslado en la memoria a un acto más lejano, de hace diez años o incluso más, entonces sus consecuencias me resultarán aún más evidentes y me será difícil representarme cualquier cosa si aquel hecho remoto no hubiera existido. Cuanto más retroceda en la memoria o, lo que es lo mismo, cuanto más proyecte hacia el futuro mi juicio, tanto más dudosos me parecerán mis razonamientos acerca de la libertad del acto realizado".
El autor ruso presenta así el tiempo como el hilo que hilvana el discurso de nuestra existencia, con el que construirnos el relato de nuestra realidad. El trabajo que elegimos, la novia a la que dejamos marchar o el resultado de las últimas elecciones generales parecen acontecimientos incomprensibles en el momento en que se producen, pero adquieren sentido vistos a través del tamiz de los años.
Nuestro pasado funcionaría así como un puzle, donde cada hecho, cada circunstancia, cada decisión tomada ocupa su lugar para dibujar un paisaje claro de nuestra existencia pasado equis tiempo, hasta arrojar la luz definitiva sobre nuestro presente. Un hoy que a la vez es difuso cuando se observa en el momento en que transcurre.
Esta idea es harto generosa con los hombres, a los que atribuye capacidad de síntesis y una finalidad en cada uno de sus actos. Sin embargo, obvia algo importante, más allá del libre albedrío: la infinitud de la estupidez humana. Sólo así pueden explicarse algunos de los acontecimientos que observamos casi a diario.
Sin hacer mención de esta realidad, el propio autor, ya al final de su exposición, concede que sólo podemos hacernos "impresiones" acerca de la libertad y de la necesidad:
Quedamos así ante una balanza formada por el platillo de los condicionantes (sociales, culturales, biológicos) y el de la capacidad de elección: en ocasiones, ésta se desequilibrará de un lado, para hacerlo del segundo en otras tantas. Pero con independencia de las veces que pese más la necesidad o la libertad, la parte más importante del artilugio se sitúa en el fiel: la pieza que marca la igualdad de los pesos comparados queda en manos de un tiempo que acaba por desequilibrarnos a todos.
Nuestro pasado funcionaría así como un puzle, donde cada hecho, cada circunstancia, cada decisión tomada ocupa su lugar para dibujar un paisaje claro de nuestra existencia pasado equis tiempo, hasta arrojar la luz definitiva sobre nuestro presente. Un hoy que a la vez es difuso cuando se observa en el momento en que transcurre.
Esta idea es harto generosa con los hombres, a los que atribuye capacidad de síntesis y una finalidad en cada uno de sus actos. Sin embargo, obvia algo importante, más allá del libre albedrío: la infinitud de la estupidez humana. Sólo así pueden explicarse algunos de los acontecimientos que observamos casi a diario.
Sin hacer mención de esta realidad, el propio autor, ya al final de su exposición, concede que sólo podemos hacernos "impresiones" acerca de la libertad y de la necesidad:
"(...) por mucho que cambiemos nuestro punto de vista, por más esfuerzos que hagamos para explicarnos la relación en que se encuentra el hombre con el mundo exterior, por más comprensible que nos resulte, por más que tratemos de alargar o acortar el período de tiempo, por más que nos parezcan comprensibles o incomprensibles las causas, nunca podremos representarnos la necesidad completa ni la libertad absoluta".
Quedamos así ante una balanza formada por el platillo de los condicionantes (sociales, culturales, biológicos) y el de la capacidad de elección: en ocasiones, ésta se desequilibrará de un lado, para hacerlo del segundo en otras tantas. Pero con independencia de las veces que pese más la necesidad o la libertad, la parte más importante del artilugio se sitúa en el fiel: la pieza que marca la igualdad de los pesos comparados queda en manos de un tiempo que acaba por desequilibrarnos a todos.
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