Sube la cuesta de Pinos Baja con trabajo, como si quisiera prolongar el viaje eternamente. Es tan modesto que hasta la propia Empresa Municipal de Transportes (EMT) lo califica de "subruta". Técnicamente, se trata de un modelo BredaMenarinibus Vivacity+ C (la EMT cuenta con 29, el 1,5% de su flota), propulsado a gas natural comprimido con 8 metros de longitud, frente al estándar de 12. Pero todos lo conocen por el número que luce en la frente: el 177.
Este sencillo midibús conecta la calle Marqués de Viana con Plaza de Castilla, allí donde Álex de la Iglesia vaticinó el nacimiento del Anticristo en El día de la bestia. Sus 11 paradas de ida y 14 de retorno hacen de este uno de los itinerarios más breves de Madrid. Pese a ello (y quizás por compensación), su ritmo cansino, no superior a los 20 km/h, provoca que necesite alrededor de una hora para completarlo.
Este sencillo midibús conecta la calle Marqués de Viana con Plaza de Castilla, allí donde Álex de la Iglesia vaticinó el nacimiento del Anticristo en El día de la bestia. Sus 11 paradas de ida y 14 de retorno hacen de este uno de los itinerarios más breves de Madrid. Pese a ello (y quizás por compensación), su ritmo cansino, no superior a los 20 km/h, provoca que necesite alrededor de una hora para completarlo.
Según relatan las crónicas, fue inaugurado el 17 de mayo de 2012 para atender una "demanda vecinal" de una barriada que conjuga un 26% de población de más de 65 años y unas pendientes con dos dígitos de desnivel. Mala combinación. Así, no es extraño que la inmensa mayoría de sus usuarios (un máximo de 13 personas pueden ocupar asiento) haya traspasado hondamente la edad de jubilación.
Las últimas cifras recopiladas hablan de 1.200 viajeros diarios. Pasajeros que, en su gran mayoría, llaman al conductor por el nombre de pila, charlan animadamente con sus convecinos de cualquier asunto ocurrido en el barrio y se despiden de forma generosa al apearse. Más de un millar de conversaciones entrecruzaudas en otros tantos recorridos pausados a través de curvas infinitas y estrechas calles con nombres de santos y militares.
Carros de la compra, de bebé, garrotas, muletas, bolsas del mercadillo... Los aperos acarreados por los consumidores de este medio de transporte son comunes y comparten un origen humilde y práctico. No esperen encontrar en esta ruta teléfonos móviles de última generación, auriculares estridentes, bolsos de marca o cualquier otra señal de superficialidad.
Las líneas de bus más afamadas tienen su propio apelativo. Como el 130 (de Villaverde a Vicálvaro y paso por Vallecas), conocido hace lustros como el yonquibús por la alta presencia de adictos a la heroína. De hecho, cuenta la leyenda que los toxicómanos se pinchaban el dedo antes de subir y vertían su sangre sobre las monedas, buscando que el chófer de turno las rechazara y poder viajar gratis. Para el 177, tal vez el apelativo de yayobús le haría justicia.
Si Miguel Ríos compuso El blues del autobús, a este le iría más bien un pasodoble o una copla. O, por qué no, una oda a esos valientes que, después de una vida de trabajo, ven menguar su pensión año a año a manos de trileros de los números gruesos. Y aún así, siguen dando lecciones a una juventud abotargada, que mira cómo lentamente sus derechos se alejan de ellos. Como ese 177 por la cuesta de Pinos Baja.
Carros de la compra, de bebé, garrotas, muletas, bolsas del mercadillo... Los aperos acarreados por los consumidores de este medio de transporte son comunes y comparten un origen humilde y práctico. No esperen encontrar en esta ruta teléfonos móviles de última generación, auriculares estridentes, bolsos de marca o cualquier otra señal de superficialidad.
Las líneas de bus más afamadas tienen su propio apelativo. Como el 130 (de Villaverde a Vicálvaro y paso por Vallecas), conocido hace lustros como el yonquibús por la alta presencia de adictos a la heroína. De hecho, cuenta la leyenda que los toxicómanos se pinchaban el dedo antes de subir y vertían su sangre sobre las monedas, buscando que el chófer de turno las rechazara y poder viajar gratis. Para el 177, tal vez el apelativo de yayobús le haría justicia.
Si Miguel Ríos compuso El blues del autobús, a este le iría más bien un pasodoble o una copla. O, por qué no, una oda a esos valientes que, después de una vida de trabajo, ven menguar su pensión año a año a manos de trileros de los números gruesos. Y aún así, siguen dando lecciones a una juventud abotargada, que mira cómo lentamente sus derechos se alejan de ellos. Como ese 177 por la cuesta de Pinos Baja.