jueves, 1 de marzo de 2018

Alta tensión

Las consecuencias de la corriente eléctrica sobre el cuerpo humano, según el Ministerio de Trabajo, "pueden ocasionar desde lesiones físicas secundarias (golpes, caídas, etc.) hasta la muerte por fibrilación ventricular". En cambio, otro tipo de corriente, como es la que mana del enchufismo, parece altamente beneficiosa en España para conseguir un empleo.

Así, más del 70% de las vacantes laborales se cubre con "conocidos", según un reciente estudio. Ya sea para el hijo del concejal, el compañero de estudios universitarios o la bailarina de striptease favoritos, el llamado mercado oculto guarda puestos donde el único requisito es ser un aliado fiel del responsable de turno.

Esta realidad, sin prender en los grandes titulares, conforma una divisa de la Marca España. Tal es la aceptación de este método que, lejos de provocar escándalo, se justifica con las explicaciones más variopintas: "es una persona válida, la conozco desde hace tiempo", "se lo merece, ha tenido muy mala suerte en su vida" o "no le queda nada por demostrar". El autoengaño como herramienta para justificar aquello que carece de defensa. 

El virus del enchufismo está dentro de cada empresa, corroe cada organismo público o privado. Convocatorias para funcionarios diseñadas a la carta, cargos creados ad hoc para ubicar a determinados sujetos, reestructuraciones de departamentos enteros con el objeto de hacer un hueco al protegido, movimientos ilógicos de personal para encajar la pieza deseada... Estas prácticas subrepticias, que no responden a ningún razonamiento económico, se anteponen a la sacrosanta productividad y a la lógica del mercado.  

La genuina reconversión industrial se vive a diario, en el momento en que las compañías se transforman en agencias de colocación e, incluso, en ONG, dando un puntapié a cualquier ética o escrúpulo. Los criterios de idoneidad para el puesto pierden todo valor cuando el argumentario del mando en cuestión mana del corazón o directamente de la bragueta.

Como complemento al enchufismo, existe un deporte de masas practicado a diario en la inmensa mayoría de las grandes empresas patrias: despachear. Este término, aún no admitido por la RAE (tomen nota, académicos), podría definirse como la "acción y efecto de conseguir en los despachos de los superiores ascensos u otras prebendas en beneficio del interviniente". De hecho, hay quien suma tantos kilómetros recorridos sobre las moquetas entre despacho y despacho que podría retar al mismísimo Mo Farah. 

En los casos más tragicómicos, la corrupción humana provoca que quienes en su juventud fueron adalides del concepto de meritocracia lo usen de manera arbitraria al quedarse calvos. Señores: hacerse trampas al solitario queda feo con uno mismo, pero si se realizan a ojos del público sin ningún rubor, negando la evidencia, resulta algo francamente patético. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario