Un ejército de unos 3.000 valientes se rebela, de lunes a domingo, contra la tiranía de los poderosos. En el corazón del reino, conforman su empalizada de toldos y estructuras de metal, desde la que lanzan el grito desesperado de los que se niegan a capitular ante multinacionales del textil, supermercados de 3x2 y centros comerciales convertidos en sucursales de ocio.
Los mercadillos, plazas itinerantes con sabor añejo, perviven en las calles de todo el mundo al igual que esos faroles antiguos de metal y vidrio: como recuerdos de una época pretérita que parece no querer irse. Sólo en la Comunidad de Madrid, más de 180 de estos comercios sin sede fija se suceden, con el Rastro como hermano mayor hipster.
Ropa, herramientas, fruta, discos, objetos de segunda mano, libros, juguetes, menaje de cocina... Una suerte de bazar sin fondo se exhibe a la intemperie, donde gentes de lo más variopinto tropiezan unas con otras: niños extasiados por los colores vivos; ancianas que pelean por el mejor descuento; hombres en busca de una pieza de repuesto que dé sentido a su vida o adolescentes para los que la moda low cost se encuentra a ras de asfalto.
Los mercadillos, plazas itinerantes con sabor añejo, perviven en las calles de todo el mundo al igual que esos faroles antiguos de metal y vidrio: como recuerdos de una época pretérita que parece no querer irse. Sólo en la Comunidad de Madrid, más de 180 de estos comercios sin sede fija se suceden, con el Rastro como hermano mayor hipster.
Ropa, herramientas, fruta, discos, objetos de segunda mano, libros, juguetes, menaje de cocina... Una suerte de bazar sin fondo se exhibe a la intemperie, donde gentes de lo más variopinto tropiezan unas con otras: niños extasiados por los colores vivos; ancianas que pelean por el mejor descuento; hombres en busca de una pieza de repuesto que dé sentido a su vida o adolescentes para los que la moda low cost se encuentra a ras de asfalto.
Las consignas de guerra son claras, sin necesidad de ripios: "¡Dos bragas un euro!", "¡Lo tengo barato!", "¡A un pavo todo, morena!". Mensajes pulcros, desnudos, elaborados por artistas del márketing que nunca pisaron una escuela de negocios. Expertos en alimentación, calzado, numismática, cine, tecnología o estética, según demanda. Todo un lujo para una sociedad enferma de titulitis (¿cuánto valdrían perfiles así en LinkedIn?).
Vendedores de raza, entre los que el caló es lengua común, con una vida nómada: hoy en Vallecas, mañana en Tetuán, pasado en Barajas. Su única raíz es su rutina: cargar de sueños una furgoneta, levantar un puesto en forma de trinchera, disparar los eslóganes de campaña y recoger la victoria del sustento antes de volver a cargar y partir.
La legislación, la competencia a gran escala, el fin de mes y los complejos de una sociedad amante de las apariencias son los gigantes con los que combaten estos quijotes de barrio. Pero su linaje con siglos de historia los eleva por encima de aquellos advenedizos que dominan la economía: a fin de cuentas, ellos poseen la quintaesencia de la marca blanca.
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