Desde la Ciudad Universitaria, pasando por el Arco de la Victoria a la derecha (dónde si no), cuesta abajo sin frenos, el caminante cae al Paseo del Rey. Aupados al teleférico, los madrileños, con su mirada miope, lo ven a mucha distancia, como una mota en el paisaje de una ciudad próspera. Y, también desde el aire, las cotorras argentinas preludian con su intenso parloteo un escenario asfaltado por colillas y cartones de vino.
El Paseo del Rey es una calle de apenas 1.500 metros; una distancia de medio fondo que alberga la vida de los que han tocado el fondo completo. Allí comparten ecosistema viejos con la mirada ausente, jóvenes demacrados por la droga, mujeres que han sufrido maltrato e inmigrantes que algún día soñaron.
El nucleo de sus vidas es el Centro de Acogida San Isidro, el más antiguo de Madrid. Alberga 269 plazas de pernocta y abre sus puertas las 24 horas para ofrecer otros servicios, como aseo, sanidad y ocio. Lastrado por la falta de personal, acumula años al 100% de su capacidad: pese a que la estancia media se sitúa en torno a los seis meses, hay biografías que acumulan allí más de una década.
Se encuadra en unas coordenadas muy elocuentes: al fondo, el Palacio Real más grande de Europa Occidental; a la derecha, el centro comercial Príncipe Pío, epicentro de la clase media; a la izquierda, una Rosaleda de 32.000 metros cuadrados que edulcora el aire con su aroma; y a mitad de camino, una estación abandonada que algún día tuvo esplendor.
No muy lejos de allí, en 1808, fueron fusilados otros desheredados, estos por el ejército napoleónico. El terreno pertenecía a Francisco Pío de Saboya y Moura, el Príncipe Pío, un título nobiliario que ahora sólo evoca a los ciudadanos el nombre de una estación. Antes de ésta, se inauguró en 1882 la ya desierta Estación del Norte, muy dañada por la Guerra Civil, lo que propició su desmantelamiento en 1993.
La Historia y la suerte nunca han acompañado al Paseo del Rey. Cuando ya había sido renombrado como Coronel Montesinos (el militar del siglo XIX considerado precursor del sistema penitenciario actual), fue uno de los primeros lugares que sufrió los bombardeos de la capital el 28 de agosto de 1936 por parte de las tropas franquistas. Hoy, los proyectiles que asedian a sus viandantes tienen forma de miseria.
En España, según estimaciones de Cáritas y la Fundación Rais, hay 40.000 ciudadanos sin hogar. Y un 28,6% de personas está en riesgo de pobreza. Los principales factores para acabar en la calle son enfermedades de salud mental, adicciones y falta de apoyo familiar, como explica Estíbaliz, trabajadora social, en el cortometraje Al margen. "A eso, se suma una sociedad que no sólo no da soluciones, sino que rechaza", cuenta.
En España, según estimaciones de Cáritas y la Fundación Rais, hay 40.000 ciudadanos sin hogar. Y un 28,6% de personas está en riesgo de pobreza. Los principales factores para acabar en la calle son enfermedades de salud mental, adicciones y falta de apoyo familiar, como explica Estíbaliz, trabajadora social, en el cortometraje Al margen. "A eso, se suma una sociedad que no sólo no da soluciones, sino que rechaza", cuenta.
Y es que, desde su teleférico mental, los madrileños ven más próximas las cuentas macroeconómicas que asoman desde Moncloa que esa otra realidad, tan aparentemente lejana. Que De Guindos le cuente a esos otros que España crece.
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