viernes, 1 de febrero de 2019

Construir recuerdos

El álbum fotográfico de la conciencia guarda imágenes que se revelan en nuestro córtex cerebral cuando menos se las espera. También se rebelan contra nuestro corazón cuando éste las creía ya más que sepultadas por el tiempo. En ambas situaciones (de exposición o de amotinamiento), al ser humano sólo le queda dejarse embargar por esa fuerza irracional. 

Los recuerdos nos asaltan a punta de navaja a cualquier hora del día. No muestran ninguna piedad en el momento de testar nuestra tolerancia al pasado. Simplemente, surgen. Son manifestaciones de etapas pretéritas que, embarcadas en batiscafos, emergen a la superficie tras un largo periodo de exploración por el subconsciente.

Sonidos, fragancias, sabores o imágenes evocan el recuerdo en cualquiera de sus formas y sentidos. Un amor perdido, la risa de un familiar difunto, un viaje al rincón más lejano del globo, la última charla con un amigo o el sabor de un guiso de la infancia pueden presentarse ante nosotros invocados por arte del tejido neuronal. 

La idealización de los recuerdos forma parte del menú en la mesa del nostálgico. Platos que se suceden para alimentar la melancolía de los más templados. La justa medida hace que, a cucharadas pequeñas, la reminiscencia sea apetecible, pero en cantidades copiosas pueda provocar trances engorrosos. Y en ese banquete de morriña, no es extraño que el empacho de los tristes les conduzca a las fronteras de la depresión. 

De forma pueril, como ese niño a su juguete más preciado y viejo, nos aferramos a los recuerdos de un pasado que, quizás, nunca fue. O, al menos, no en la forma en que lo rememoramos. Incluso escenarios ya lejanos que nos parecieron negativos cuando los experimentamos, hoy pueden ser percibidos como gratos vistos desde el tamiz de la remembranza.   

En este ejercicio de funambulismo memorístico, no somos conscientes de que esos recuerdos, algún día, fueron presente. Tan real como el que hoy nos hunde en la cotidianidad más salvaje. Pero hay algo aún más relevante, que despreciamos por evidente: como seres (moderadamente) racionales, podemos esforzarnos en crear una vida que, en un futuro no lejano, será un recuerdo excelente. No lo olviden.

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