Desde los tiempos del Spain is different, no pocos han loado las bondades de este país donde poder desarrollar el tránsito entre el nacimiento y la muerte. Con la grasa de un pincho de tortilla de patata en las comisuras, el bañador mojado pegado a las nalgas y bajo los efectos de un tinto con limón bien cargado, cada verano se escucha la misma sentencia en cualquier playa del territorio: "Como en España, en ningún sitio".
Parece que el sol (una de las pocas cosas que no han conseguido recortar los políticos) es remedio para todo a este lado de los Pirineos. Jubilado, ¿no le llega su pensión a fin de mes? Salga a la calle un día primaveral y verá cómo ensancha el ánimo y su renta. Parado, ¿no encuentra trabajo? Vaya al parque y, bajo los rayos del astro Rey, estará más cerca de su empleo. Estudiante, ¿ya vas por la cuarta reválida? ¡No te preocupes! Un buen baño de sol te embeberá de conocimiento.
Esa cifra indeterminada de mujeres y hombres imbuidos de espíritu aventurero que dejaron su patria para buscar suerte en otro lugar no tenían una vivienda con orientación sur. Seguro. Si no, ¿cómo se explica ese abandono voluntario de El Dorado? Dar de lado este vergel de días luminosos y cambiarlo por lugares lúgubres como Londres, Berlín o París, u otras latitudes más septentrionales, ¿en qué cabeza cabe?
"Prefiero disfrutar de un buen vino al calor de la chimenea en cualquier ciudad de Centroeuropa que sudar en la terraza de un bar en España", me decía una amiga venida de un país lejano antes de que arreciara el calor estival. No cabe duda que influida por el desconocimiento de esta tierra en la que ha permanecido durante las últimas dos décadas.
Mejor atender a esos otros extranjeros bien informados que han hecho de Magaluf, Benidorm, Marbella o la misma Barcelona centros de recepción de viajeros ávidos de conocer las bondades de este pasaporte al nirvana. Ejemplos de turismo de calidad y de disfrute bajo un sol que sonríe a su paso. Son visitantes desenfadados que, además, hacen de este sector el motor de la economía española y multiplican las contrataciones.
La ausencia de aire acondicionado en el hogar, de vacaciones retribuidas (por exceso o carencia de trabajo) o, incluso, de ahorros para alojarse en el patio trasero de Europa suenan a la excusa del chiquillo que no quiere ir a clase. Minucias que no pueden hacer sombra al reino del sol, que ni en invierno cesa. ¡Como en España, en ningún sitio!
Esa cifra indeterminada de mujeres y hombres imbuidos de espíritu aventurero que dejaron su patria para buscar suerte en otro lugar no tenían una vivienda con orientación sur. Seguro. Si no, ¿cómo se explica ese abandono voluntario de El Dorado? Dar de lado este vergel de días luminosos y cambiarlo por lugares lúgubres como Londres, Berlín o París, u otras latitudes más septentrionales, ¿en qué cabeza cabe?
"Prefiero disfrutar de un buen vino al calor de la chimenea en cualquier ciudad de Centroeuropa que sudar en la terraza de un bar en España", me decía una amiga venida de un país lejano antes de que arreciara el calor estival. No cabe duda que influida por el desconocimiento de esta tierra en la que ha permanecido durante las últimas dos décadas.
Mejor atender a esos otros extranjeros bien informados que han hecho de Magaluf, Benidorm, Marbella o la misma Barcelona centros de recepción de viajeros ávidos de conocer las bondades de este pasaporte al nirvana. Ejemplos de turismo de calidad y de disfrute bajo un sol que sonríe a su paso. Son visitantes desenfadados que, además, hacen de este sector el motor de la economía española y multiplican las contrataciones.
La ausencia de aire acondicionado en el hogar, de vacaciones retribuidas (por exceso o carencia de trabajo) o, incluso, de ahorros para alojarse en el patio trasero de Europa suenan a la excusa del chiquillo que no quiere ir a clase. Minucias que no pueden hacer sombra al reino del sol, que ni en invierno cesa. ¡Como en España, en ningún sitio!