"Las personas frustradas fuman demasiado y la causa de la frustración es la soledad". Mediante esta declaración de intenciones, Gilda conoce a Tío Pío, encargado de mantenimiento del casino donde se desarrolla la intensa peripecia dirigida por Charles Vidor. Un argumentario ontológico tan válido como cualquiera de los usados por los que permanecen encadenados a la nicotina.
Todo fumador recuerda su primer pitillo y las circunstancias que lo envolvieron. En el caso del que esto escribe, el ofrecimiento vino en 6º de Primaria de un compañero un par de años mayor. Resultado: un Ducados negro, extraído sin permiso del bolso materno, directo al pulmón a la salida de la escuela. La consecuente tos y un fuerte olor (maquillado por decenas de chicles de menta para ocultar el delito) fueron el balance de aquella jornada.
En esa relación de esclavitud entre el tabaco y la persona, la cajetilla acompaña los días del cautivo y envuelve en humo sus recuerdos. Cada cigarro tiene su propio significado, con connotaciones asociadas a la adicción: el de la espera del autobús, el poscoital, el que aplaca el estrés, el que se empapa en el café, el de la pausa en el trabajo...
La propia historia de España podría escribirse a través del tabaquismo, con andenes de Metro asfaltados por colillas, padres primerizos amarrados a la boquilla frente al paritorio, bares encapotados por fumaradas o patios de instituto con novicios de la dependencia. Hasta la llegada del Apocalipsis con la extensión del vapeo, una moda tan efímera como arriesgada para los que apostaron por este negocio.
El reciente comunicado de Philip Morris, emblema del universo alquitranado a través de Marlboro, sobre su inminente cese en la producción de cigarrillos proclama el fin de una era. Si una compañía con unos ingresos anuales de 11.800 millones de dólares decide virar su modelo de negocio, parece el momento adecuado para que los músicos comiencen a tocar.
Entre lasescasas enseñanzas universitarias, recuerdo la frase lapidaria de aquel profesor de Redacción Periodística una mañana de otoño: "De lo único que me arrepiento en mi vida es de haber fumado durante 30 años. ¿Cómo pude ser tan estúpido?". En su momento, la sentencia despertó la risa de un foro repleto de imberbes que creían saberlo todo sobre todo, pero con el paso del tiempo adquirió la trascendencia que merecía.
El tabaco mata a más de siete millones de personas al año en todo el mundo. Una realidad que no acabamos de interiorizar los necios que aún vivimos asidos al paquete de rubio. Mientras llega el día en que nos despidamos de esta autodestrucción ilógica, sólo queda acodarse en el balcón, dar una profunda calada, exhalar y contemplar cómo el humo se eleva, como esas aspiraciones que van a no se sabe dónde.
Entre las
El tabaco mata a más de siete millones de personas al año en todo el mundo. Una realidad que no acabamos de interiorizar los necios que aún vivimos asidos al paquete de rubio. Mientras llega el día en que nos despidamos de esta autodestrucción ilógica, sólo queda acodarse en el balcón, dar una profunda calada, exhalar y contemplar cómo el humo se eleva, como esas aspiraciones que van a no se sabe dónde.