– ¡Hijo de puta!
Claro, conciso, directo. Por su apariencia, se ve que ha vivido mucho. Sin embargo, superar los 70 de largo no evita que ciertas cosas quiebren su paciencia cincelada a base de años. Como contemplar esa ecuación que siempre repite el mismo resultado: semáforo en ámbar, paso de cebra y peatón a la vista acaban en un inexorable acelerón del vehículo de turno.
Ocurrió hace una semana en Madrid, pero el caso del hombre que pronunció estas palabras se repite a diario en las calles de cualquier ciudad del mundo. La llamada transformación digital dicen que ha cambiado muchas cosas, aunque no ha evitado algo: la desconsideración absoluta hacia la parte más indefensa de la seguridad vial.
Sumo 12 años de carné y 11 desde la última vez que me puse al volante de un coche. No se trata de torpeza (teórico y práctico a la primera) y quiero pensar que es cuestión de ahorrar recursos y cuidar del medio ambiente. Pero, en el fondo, siento que hay algo más: una repulsa freudiana que me imposibilita sumarme a ese club.
Claro, conciso, directo. Por su apariencia, se ve que ha vivido mucho. Sin embargo, superar los 70 de largo no evita que ciertas cosas quiebren su paciencia cincelada a base de años. Como contemplar esa ecuación que siempre repite el mismo resultado: semáforo en ámbar, paso de cebra y peatón a la vista acaban en un inexorable acelerón del vehículo de turno.
Ocurrió hace una semana en Madrid, pero el caso del hombre que pronunció estas palabras se repite a diario en las calles de cualquier ciudad del mundo. La llamada transformación digital dicen que ha cambiado muchas cosas, aunque no ha evitado algo: la desconsideración absoluta hacia la parte más indefensa de la seguridad vial.
Sumo 12 años de carné y 11 desde la última vez que me puse al volante de un coche. No se trata de torpeza (teórico y práctico a la primera) y quiero pensar que es cuestión de ahorrar recursos y cuidar del medio ambiente. Pero, en el fondo, siento que hay algo más: una repulsa freudiana que me imposibilita sumarme a ese club.
Tengo amigos y familiares, a quienes quiero y admiro, que son conductores habituales. Por desgracia, estoy convencido de que hasta ellos, en alguna ocasión, se han arrancado la capa externa de piel para dejar salir a ese monstruo interior del asfalto, como aquellos visitantes de V.
Y no es sólo que muchos ignoren por completo los pasos de cebra, al igual que un futbolista la declaración de la renta. Lo más indignante es que, como si se tratara de un salvoconducto, levanten la mano, mirando al frente, para saltarse con total impunidad la señal que les obliga a ceder el tránsito a los viandantes. Seguro que quienes lo hacen acaban sus interpelaciones rutinarias con un "campeón" o "amigo".
La cosa tendría hasta gracia si no se produjeran miles de accidentes por esta razón. El año pasado,14.522 peatones fueron víctimas de atropello, según la Dirección General de Tráfico. Una cifra que se ha incrementado desde 2012 casi un 40%. Sólo en 2015, 367 murieron asesinados por una máquina en la que se encontraba un cafre a los mandos. Prácticamente, un muerto por cada día del año.
No sacrificar dos minutos de espera en un semáforo puede costar la vida de un ser humano. Aunque eso, en un país donde ciertas personalidades siguen manteniendo su carrera a buen recaudo, parece demasiado coherente como para comprenderse.
Y no es sólo que muchos ignoren por completo los pasos de cebra, al igual que un futbolista la declaración de la renta. Lo más indignante es que, como si se tratara de un salvoconducto, levanten la mano, mirando al frente, para saltarse con total impunidad la señal que les obliga a ceder el tránsito a los viandantes. Seguro que quienes lo hacen acaban sus interpelaciones rutinarias con un "campeón" o "amigo".
La cosa tendría hasta gracia si no se produjeran miles de accidentes por esta razón. El año pasado,14.522 peatones fueron víctimas de atropello, según la Dirección General de Tráfico. Una cifra que se ha incrementado desde 2012 casi un 40%. Sólo en 2015, 367 murieron asesinados por una máquina en la que se encontraba un cafre a los mandos. Prácticamente, un muerto por cada día del año.
No sacrificar dos minutos de espera en un semáforo puede costar la vida de un ser humano. Aunque eso, en un país donde ciertas personalidades siguen manteniendo su carrera a buen recaudo, parece demasiado coherente como para comprenderse.
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