sábado, 1 de octubre de 2016

Cerveza sin gas

Si reposa demasiado, la espuma se evapora, las burbujas desaparecen. Se calienta, poco a poco malogra sus propiedades. De lata o de barril, aunque esté bien tirada y se incline el vaso 45 grados para servirla, la cerveza pierde fuerza. Una realidad incontestable que conocen tanto los bebedores de rubia como los que esperan en exceso.

La espera, al igual que la cerveza, puede convertirse en un arte, como sabe muy bien cierto político gallego. Para Camus, era una de las razones para que los tristes lo estuvieran (la otra era que ignoraran; de hecho, en muchos casos, esperar es una forma de ignorar la ausencia de efectividad de la propia espera). 

"(...) Aquí, los afortunados, con dinero, influencias o suerte, obtenían visados para Lisboa, la antesala del Nuevo Mundo. Pero los otros, esperaban en Casablanca. Esperaban... esperaban... esperaban...".

El arranque del clásico de Michael Curtiz, donde resume el destino de los que huían de una Alemania nazi en pleno apogeo, sigue siendo válido para explicar la sociedad actual. Cámbiese Lisboa por una una meta al azar (grande, mediana, pequeña) y resultará la ecuación que nos golpea. Un ascenso laboral, Justicia con mayúsculas, resolver un trámite burocrático, concertar una cita con el especialista, la posibilidad de un cambio social o una palabra de gratitud. Objetivos, ilusiones, deseos, sueños, aspiraciones. Vanos como la espera que los alberga.

Todos aguardamos en Casablanca: ese limbo en el que el tiempo se detiene, nada ocurre, o todo cambia para quedarse igual, con giros continuos de 360 grados. Esa estación donde los trenes pasan y nunca se detienen. Como aquellas nubes de Azorín, "siempre varias y siempre las mismas", que ya miraron otros antes que nosotros, bajo las que el escritor se pregunta: 


"¿Habrá sensación más trágica que aquella de quien sienta el tiempo, la de quien vea ya en el presente el pasado y en el pasado el porvenir?".

La propia RAE entiende que des-esperar ya es quitarse la vida, o al menos intentarlo, cuando se sabe que nada llegará. No se trata de una falta de optimismo patológico, sólo de evidencias, de acceso a la realidad que se cuela por cada grieta, empapando todo de certezas que no dejan resquicio a la esperanza.

No esperen más y apuren su cerveza.

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