Qué buenos somos cuando decimos que sí. Cuando prestamos
dinero, cuando apuramos el plato, cuando sonreímos al jefe. Cuando no respondemos a las salidas de tono de los mayores. Cuando no tenemos en cuenta las
burlas de los niños. Cuando perdonamos al hermano incluso antes de que nos pida disculpas.
Qué buenos somos cuando no
protestamos. Cuando damos un cigarro al extraño que nos para en la calle.
Cuando callamos por no discutir. Cuando cedemos nuestro asiento de ventanilla al novio de nuestra compañera de al lado. Cuando devolvemos la sonrisa al
dueño del perro que nos ladra. Cuando pagamos la cuenta.
Sí, qué buenos somos. Cuando guardamos la calma con el camarero que equivoca la comanda. Cuando respondemos a todo lo que se nos pregunta. Cuando tachamos la casilla de la Iglesia en la declaración de la Renta. Cuando felicitamos el cumpleaños por Facebook a los que se han convertido en completos desconocidos.
Qué buenos somos. Cuando aceptamos el gesto de disculpa del conductor que acelera en el paso de peatones. Cuando encajamos con resignación los 10 minutos de cortesía en una cita. Cuando dejamos nuestro disco favorito sin fecha de retorno a la vista. Cuando escuchamos a la vecina que nos retiene en el rellano.
Tan buenos somos... Cuando saludamos primero. Cuando cogemos publicidad a la salida del Metro. Cuando contestamos a las encuestas telefónicas. Cuando retardamos cinco minutos la salida de la oficina. Cuando reímos el chiste malo. Cuando ponemos la otra mejilla.
Qué buenos somos. Cuando no decimos toda la verdad. Cuando escuchamos sin replicar. Cuando hacemos de la paciencia virtud. Cuando damos la razón. Cuando matamos la voluntad. Cuando siempre soy yo y nunca eres tú.
Dios, qué buenos somos.
Qué buenos somos. Cuando no decimos toda la verdad. Cuando escuchamos sin replicar. Cuando hacemos de la paciencia virtud. Cuando damos la razón. Cuando matamos la voluntad. Cuando siempre soy yo y nunca eres tú.
Dios, qué buenos somos.